
In itinere
Decía el Oliverio de Cortázar, en el primer capítulo de la segunda propuesta de lectura de Rayuela:
"Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas".Estas páginas recogen mi “tura de turas”. O, en justicia, un tenue y parcial registro de estas. Tenue porque el Señor me ha concedido la oportunidad de encontrarme entre los otros y fundar relaciones de projimidad identitaria en espacios diferentes del estrictamente poético –si es que algo así existe–; parcial porque, como podrá fácilmente presumir el lector a partir de una rápida ojeada a este escrito, son todos los que están, pero no están todos los que son.
Y es que, quisiera que quien se aproximara a estas páginas tuviera presente desde un primer momento que no tiene entre sus manos una poesía reunida; ni siquiera una poesía escogida, stricto sensu. Este librito recoge solo un puñado de escritos de ocho de mis libros y abarca apenas dieciocho años de producción poética, desde 2007 hasta 2025; pero –y esta es la razón por la que evito asomarme a antologías como lector–, prescinde de libros y poemas de otros trabajos, de todos esos otros escritos no poéticos que, en mi caso, se han desarrollado en el ámbito de la filosofía y el cine o el derecho; y, lo que es más importante, olvida tantísimos versos manuscritos que desaparecieron en su propio proceso de gestación. En este sentido, si, como dicen, la ontogenia es una suerte de filogenia, cabría pensar que la edición, como la imprenta, llega al pensador o al doliente inquieto mucho después de que este alumbre sus primeros bocetos.
Lo que pretendo decir es que tan importantes fueron los cientos de poemas que, desde los doce o trece años, manuscribí en cuadernos y servilletas, como esos otros que hoy podéis leer en mis libros. Y digo doce o trece porque, ¿quién sabe cuándo escribe su primer poema? En mi caso, poco o nada tiene que ver con el modelado académico que a nuestro Nobel Juan Ramón le sirviera para diferenciar al poeta del “hacedor de poemas”. Como él, creo que es otro el bien en juego en la Poesía. Uno relacionado íntimamente con la verdad y la belleza que Cortázar adscribe a las turas. Tal vez por ello ni siquiera me he esforzado en que en esta colección de poemas comparezcan los mejores desde una óptica estrictamente formal, sino aquellos que mejor sitúan ante el lector mi comprensión de la Poesía a modo de hipótesis de un eventual método filosófico. He aquí mi confesión. Creo en la Poesía como fractura epistemológica y en el poema como plaqueta; no como falla argumental sino, al contrario, a modo de rasgadura que habilita el tránsito de la luz en un espacio opacado largamente. Hoy más que nunca urge una antropología capaz de rescatarnos de nuestra propia técnica. Por ello, si el filósofo de principios del pasado siglo era en cierta medida un físico, sostengo que el de principios de este ha de ser un poeta. Creo firmemente en la humildad del poema y reivindico el poder gnoseológico de la poesía, siempre en camino y enraizada en la experiencia. De ahí el título para este librito, en parte inspirado en esa modalidad de accidente laboral que tuve ocasión de descubrir como estudiante de derecho cuando empezaba a gestarse el primer libro aquí referenciado, La inquietud de las estatuas. Un libro que debe tanto a mis colegas y maestros en la Universidad de Navarra. Pero, además, un título que sintetiza a la perfección mi postura filosófica y antropológica personalista, como estudioso de autores de la talla de Wojtyla, Marcel, Buber, Levinas, Picard y otros grandes maestros del “ser en camino”, abierto al encuentro, preocupado e inspirado por el rostro del otro y venerador del silencio originario que reivindica la radicalidad experiencial de Dios.
Y es que, lector, lo que en estas páginas he querido reflejar no es otra cosa que mi itinerario personal de búsqueda y autoconfirmación, de suerte que en mi poética hallarás más una estética filosófica que filológica. Con otras palabras, no son estos grandes poemas, tan solo las oraciones de un homo viator, un animal atravesado en partes iguales por la desesperación y la gracia que, como descubrirás, ha encontrado en el don de la familia, del amor conguyal y paternofilial, su propio reconocimiento como imago Dei.
Ojalá este viaje, aun inconcluso, pueda servir al vuestro de algún modo.
En Sevilla, a 4 de abril de 2025, en una lluviosa mañana de Cuaresma.
